viernes, 28 de noviembre de 2014

Y la luz te llega leyendo... BUSCANDO A ALASKA

Recibí en mi cumpleaños un libro de John Green el autor de Bajo la misma estrella, Meli me lo regaló y se lo agradezco supongo que sabe que recibir un libro me hace ilusión, siempre.

Lo empecé a leer como quien va pateando un bote en una tarde soleada, esas tardes donde te abrigas con la chamarra más cómoda, la preferida y te pierdes en una calle sin tiempo ni nombre.
No puedo decir que sea una joya literaria de esas donde te dan cátedra del uso de la lengua y las reglas de ortografía. Pero me gustó.

Buscando a Alaska, es un libro limpio, que se entiende, el autor es sensacional a la hora de describir a sus personajes, captas la personalidad de cada uno en las actitudes en las que los enmarca y a la vez, captas en la puesta en letras las emociones de cada uno de ellos.

Un libro para mentes jóvenes diría yo porque además el autor se ha enfocado a la literatura juvenil al momento de escribir sus libros y ha logrado capturar la atención de este público.

 
Mientras leía este libro en ratos me quedaba colgada de los recuerdos de la época en que yo tuve esa edad. 
Cuando un libro logra hacer eso, para mi ya valió la pena leerlo.

La trama, el argumento del libro es el de un joven en busca de lo que el poeta francés François Rabelais  llamo "un gran quizá". 
Ese algo que tiene que suceder en la vida para enfocarte, encaminarte o cambiar el rumbo de las cosas.

Habla el libro, del primer encuentro real y sentido de tener amigos, de ser amigo.
Habla de las sensaciones, 
esas primeras sensaciones de amor, de atracción física, las que producen mariposas en el estómago y aquí sí afirmo yo que son a cualquier edad. 

Habla de la juventud de esa edad donde no medimos el peligro, donde podemos comernos el mundo y creer que no pasa nada o mejor aún, no pasa nada porque el mundo es nuestro, es conquistable y es infinito.

Habla brutal y sinceramente del crecimiento personal através de un suceso trágico. 

En el trayecto de mi lectura de repente me cayó un balde de agua, empecé por recordar y pasé a relacionar los hechos con situaciones personales.
Ahí me atrapo y tuve que terminarlo ese mismo día.

No esperaba que las respuestas a mil cuestionamientos en mi vida, vinieran de un libro, pero en lo secreto esperaba que por lo menos me dieran un enfoque, un encuadre menos borroso en el lente de mi cámara para tener fotos más claras de pasajes de mi vida. (De forma manual y no automáticamente).

Sí hay que leerlo, lo recomiendo. Si no causa ningún efecto en ti o lo sientes ajeno por lo menos conocerás la forma de ver la vida a los 18, 19 años. 
Conocerás el material por el que el autor ganó el premio Michael L. Printz  a la mejor novela juvenil. 


(Y mi luz fue esta...)
Recuerdo que rondando los diez años perdí a un hermano, las circunstancias nunca me quedaron claras. 
Recuerdo vívidamente como me paseaba en las puntas de sus zapatos como si bailáramos, recuerdo lo mucho que disfrutaba la velocidad a la que conducía y la seguridad que me daba treparme a una vaca o a un caballo mientras él estuviera cerca, recuerdo que yo disfrutaba mucho las tardes entre los socorristas de la cruz roja viéndolo trabajar. Viéndolo ser amigo.

Recuerdo la música, él siempre sabía a música y se porque conservo lo que escribía, que amaba profundamente a su familia, a sus amigos y a la vida misma. Pero a veces no basta con saber porque de todos modos no puedes entender que la muerte llegue de pronto y te arrebate a las personas de 19 años sin que exista enfermedad o sin que sea el paso natural de la vejez. 
Después de eso recuerdo muchos silencios míos y de los que amo y recuerdo muchas miradas.

Simplemente no lo entenderás pero aprenderás a vivir con el vacío. 

Bien, cuando terminé de leer sí entendí que los que nos quedamos en este espacio del tiempo aprendemos a vivir con las cosas que hicimos y con las que no hicimos en un día fatal en un tiempo fatal y que asumirlas o perdonarnos es la forma de sobrevivir en el laberinto que se llama vida. 

La vida después de la vida para mi también era una forma de consuelo de los que se quedan. 

Pero al leer en este libro lo que a continuación transcribo me di cuenta que es lo que siempre he sentido sobre chicuelo y no encontraba las palabras. 

Pues bien las encontré y hoy no será un aniversario más hoy se sentirá distinto.

"Al principio pensé que estaba solamente muerta [...] quizá era solo materia y la materia se recicla... 
Pero a fin de cuentas, ni creo que haya sido solo materia
Ahora creo que somos más grandes que la suma de nuestras partes.

Si tomas el código genético de Alaska y añades sus experiencias y las relaciones que tuvo con la gente y luego tomas el tamaño y la forma de su cuerpo, no la podrías concebir de nuevo. 

Habría algo más del todo. Hay una parte de ella más grande que la suma de sus partes conocidas. Y esa parte se tiene que ir a algún lado, porque no se puede destruir.
[...] No podemos nacer  y no podemos morir. Como toda la energía solo podemos cambiar formas, tamaños y manifestaciones. 

Esa parte nuestra, más grande que la suma de nuestras partes, no puede nacer y no puede morir, así que no puede fracasar. "

 




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